La urgencia que tenía
River para revertir la desventaja de tres goles, hizo que iniciara el partido
con la ansiedad lógica de ir en busca del arco rival. El empuje de la gente
también era otro factor que se hacía notar desde afuera, y el nerviosismo se
apoderó rápidamente de todo el estadio.
La aceleración por
lanzarse al ataque provocó que muchas veces la pelota no tuviera el destino
elegido, y la claridad no aparecía en el conjunto local. Los desbordes por
afuera y el lanzamiento de la pelota al área era la fórmula de River. Borja, en
esa vorágine, cabeceó dos veces con peligro.
El fútbol que
necesitaba River no aparecía, y el apuro hacía que las acciones simples no
pudieran plasmarse. Kranevitter, luego de que la pelota quedara en el borde del
área, remató pero con poca dirección.
Mineiro se mantenía
expectante, y cuando lograba recuperar la pelota la trasladaba con más
precisión, aunque no tenía profundidad para inquietar al arquero. Los
brasileños aprovechaban también para dejar pasar los minutos ante cada
situación, y por ello Everson recibió la tarjeta amarilla a los 27.
El problema que tenía
River era la falta de un jugador con capacidad para armar jugadas en ofensiva.
Meza y Simón no se concectaban en el mediocampo, Solari y Colidio se retrasaban
para tener contacto con la pelota, pero ninguno de los cuatro organizaba el
juego colectivo. Los avances desembocaban en lanzar la pelota al área para
encontrar a alguien que pudiera conectar con la cabeza.
Los espacios empezaron
a aparecer para Mineiro, cuando River perdía la pelota en el campo rival.
Kranevitter era el que se posicionaba como relevo, pero en algunas ocasiones
falló y Armani tuvo que aparecer para evitar la caída. La tensión iba en
aumento, y la gente exigía más entrega de los futbolistas. Inclusive, se los vio
a Kranevitter y Borja discutir en la mitad de la cancha.
La incertidumbre creció
más en el segundo tiempo: Scarpa hizo estrellar la pelota en el travesaño,
cuando apenas se jugaban dos minutos. River no había modificado nada de lo
hecho en la primera parte, y el desarrollo era el mismo. Gallardo se dio cuenta y realizó tres cambios
juntos: Echeverri, Mastantuono y Villagra ingresaron para tratar de revertir la
situación. El primero, en una intervención seria, tuvo una gran chance, pero el
arquero tapó su remate.
River insistió, buscó y
asedió a Mineiro la mayor parte del encuentro, pero la lucidez futbolística no
la tuvo. El que recibió una pequeña ovación y mostró voluntad para
desequilibrar fue Gonzalo Martínez, quien podrá ser una renovación para el
equipo en el futuro.
Las luces que volvieron
a aparecer en el final desde las tribunas, no tuvieron la misma repercusión
dentro del campo de juego. La Copa Libertadores quedó atrás para equipo de
Gallardo, y no podrá ser parte del encuentro decisivo que se jugará en su
propia cancha.
Página12.com.ar